Valle de la Tranquilidad. La Luna
Dos ufologos selenitas, investigan un caso OVNI en la Luna.
“¡Tenemos el caso perfecto -dice entusiasmado J.J. Platillez- fíjate, el radar militar de Valle Tranquilidad detectó un eco no identificado, y un pastor selenita tomó esta foto”.
Iker Marcianez observa la fotografía en la que se ve un objeto alargado, rodeado de cuatro círculos, y con dos apéndices de cuatro patas, y sendos cuernos, en la parte delantera…
-No se J.J. -replica- esta foto es muy borrosa, no es definitiva, y el eco de radar podría ser otra cosa…
-No seas tan escéptico, fíjate en estas huellas en el terreno… Dos surcos paralelos perfectos, rodeados de cuatro bandas de profundas huellas con forma de herradura, impresos en el terreno…
Marcianez, continúa dudando, y con ello aviva la ira de su apasionado colega. -No se… hay algo que no encaja…
J.J. insiste irritado.
-¿Pero que mas quieres? Hemos analizado estas muestras biológicas descubiertas en el lugar del aterrizaje, y ese pestilente olor, y el análisis de las boñigas vacunas no se corresponde con ninguna especie existente en la Luna. Es irrefutable que esta nave no pertenecía a nuestro mundo…
¿Mostrarían esas “evidencias” que es posible viajar a la Luna en un carro de vacas…?
En agosto de 1992, y durante mi participación en el Curso de Verano sobre OVNIs organizado por la Universidad Complutense de Madrid, ofrecía públicamente un millón de pesetas a quien pudiese aportar una sola prueba de que una astronave extraterrestre haya visitado la Tierra alguna vez. La oferta sigue en pie…
Sin embargo, habría que matizar el concepto de “prueba”. En la actualidad, los OVNIs, y demás aspectos del mundo del misterio (magia, misterio, ocultismo, parapsicología, etc.) se han convertido en una apabullante moda. Diariamente somos asaltados por titulares de prensa, o programas de radio y televisión que afrontan, de forma escandalosamente superficial el fenómeno OVNI. Quienes somos entrevistados con cierta frecuencia en esos programas hemos de soportar por enésima vez la inevitable pregunta: ¿Y de verdad hay pruebas de que los OVNIs existen?
Lanzado este interrogante, el entrevistado suele apresurarse a esgrimir como argumento las miles de fotografías y filmaciones, las huellas de aterrizajes, las detecciones en radares, los encuentros con humanoides, los ovnis en la Biblia, etc.
Todos los interesados en el fenómeno OVNI sinceros con nosotros mismos sabemos que un alto porcentaje de los casos reportados al investigador tienen una explicación convencional. Todos sabemos que, con frecuencia, aviones, meteoritos, inversiones térmicas o similares son OVNIs para testigos inexpertos (y obsérvese que digo “son OVNIs” y no “son confundidos con OVNIs”).
En cambio, todos sabemos igualmente que existe un reducto de casos, sólidamente documentados, de reputados testigos, confirmados físicamente, que escapan a casi toda explicación fácil. Esos casos, que suponen la viga maestra del fenómeno OVNI, suelen aportarse como las “pruebas” de que los extraterrestres existen. Y digo “extraterrestres” y no OVNIs porque, por suerte o por desgracia, las discusiones sobre ufología limitan la gran riqueza intelectual y filosófica del fenómeno a la HET (Hipótesis Extra-Terrestre).
Cierto es, todos lo sabemos, que algunos OVNIs han sido detectados en pantallas de radar y sonar. También es cierto que algunos aterrizajes de OVNIs han dejado huellas de pasto chamuscado, marcas de su tren de aterrizaje, o hasta un incremento radiactivo; incluso existen casos documentados del avistamiento de tripulantes antropomorfos asociados a los OVNIs. Esos “ufonautas” incluso han tenido contacto, aparentemente, con algunos afortunados y desafortunados testigos.
Algunos abducidos presentan desagradables cicatrices y heridas en sus cuerpos como prueba de los “análisis médicos” a los cuales han sido sometidos dentro de las naves. A veces familias, pueblos y ciudades enteras han sido testigos de un macroavistamiento. Y hasta en la Biblia u otros “libros sagrados” similares se recogen incidentes de este tipo: la visión de Ezequiel, la destrucción de Sodoma, etc.
Hasta hay autores que se remiten a restos arqueológicos como las “Pistas de Nazca” o los cráneos con “agujeros de bala” prehistóricos, para demostrar la presencia de extraterrestres. Bien, pues en mi opinión, todas estas evidencias de la indiscutible realidad de los OVNIs (radares, huellas, cicatrices, etc.) apuntan precisamente a todo lo contrario; a que ningún OVNI es una nave extraterrestre…
Hace ya años que manifiesto mi pesar por la falta de “pensadores” de que adolece la ufología, tanto como de la saturación de “coleccionistas de casos”. De poco sirve amontonar expedientes en los archivos ufológicos si no reflexionamos y emitimos conclusiones sobre dichos casos.
En mi humilde opinión, la observación de la casuística OVNI debería haber concluido tiempo atrás con la HET clásica que tanto han defendido los ufólogos tradicionales y que tanto han utilizado los escépticos para combatir el fenómeno OVNI en general. La reflexión lógica sobre esas pruebas ufológicas, a mi juicio, debería conducirnos a la conclusión de que jamás una astronave extraterrestre visitó la Tierra. En principio, de ser extraterrestre el origen de los OVNIs, estos no serían astronaves. Y de ser aeronaves (esto sería lo correcto ya que, salvo los casos de astronautas, son avistadas en el interior de la atmósfera) no serían extraterrestres…
De aceptar el origen interestelar o intergaláctico de los OVNIs (a menos que supongamos habitado algún planeta de nuestro sistema solar) hemos de detenernos a meditar lo que ello implica.
Las distancias entre estrellas (no digamos ya galaxias) son tan descomunales que resulta difícil concebir que la luz tarde un año en recorrerlas. Una astronave difícilmente podría desarrollar una velocidad de crucero que permitiese viajar desde Alfa Centauro (la estrella vecina a nuestro Sol que, por otro lado, no reúne las condiciones medioambientales mínimas para la vida orgánica) en el transcurso de una generación. Todos sabemos que una velocidad superior incrementaría proporcionalmente a la aceleración, la masa de la nave.
Físicamente, es imposible que un cuerpo sólido, metálico, una astronave en definitiva, se acerque siquiera a la velocidad de la luz. ¿Cómo entonces imaginar un platillo volante que recorra 8.7 años-luz entre Sirio y la Tierra? Un desplazamiento desde esos remotos lugares del Cosmos implicaría una tecnología que rayaría lo sublime.
Las inteligencias extraterrestres deberían neutralizar la masa de sus objetos, tal vez desintegrarse y volver a integrarse; tal vez convertirse en fotones que viajen en la misma luz, tal vez “pliegues del espacio”, otras dimensiones… En definitiva: el desplazamiento habría de ser mucho más fantástico y “etérico” que una máquina metálica, y desde luego, nada que tenga parecido remoto con nuestra tecnología astronáutica.
Cierto es que los OVNIs dejan pastos quemados en algunos aterrizajes. Pero si existe un pasto quemado, chamuscado, es porque se produce una combustión, ¿y acaso pretendemos que los motores de los OVNIs son motores de combustión?, ¿Intenta el ufólogo argumentar que los OVNIs son astronaves a gasolina? De ser así, no es de extrañar que se pegasen el gran castañazo cósmico en Roswell…
¿Cómo una tecnología tan fantástica puede tener fugas radioactivas? ¿Utilizan pilas atómicas los OVNIs? Tal vez los contactados, normalmente ecologistas, deberían replantearse sus opiniones al respecto.
¿Y las huellas de “patas”, escalerillas o trenes de aterrizaje? Imagino que si tienen un sistema hidráulico para desplegar el tren de aterrizaje que efectivamente deja huellas, tal vez posean también embrague, cambios de marcha y hasta algún tipo de batería de arranque.
Aceptando por un momento los casos más documentados de abducción, ¿cómo un examen extraterrestre a un humano puede dejar cicatrices? ¿cómo podemos siquiera plantearnos que una tecnología capaz del milagro de realizar un viaje a años-luz, utilizará jeringuillas hipodérmicas, tijeras o agujas? Ya en nuestros hospitales modernos la tecnología quirúrgica supera con creces las descripciones de los Hill, Walton, Zanffreta o Hikson.
Todos estos hechos me llevan a una pregunta; ¿Sería razonable que tras el alunizaje del Apolo XI, Amstrong se bajase del módulo en un carro de bueyes para tomar las muestras con un rastrillo de madera y una cesta de mimbre? Pues igual de incoherente es el fenómeno OVNI para la HET convencional.
¿OVNIs detectados en radares? Reflexionemos un instante. Si los proyectos Stealth de invisibilidad al radar son efectivos desde hace 25 años (probablemente más), ¿cómo es posible que la inconcebible tecnología que hemos de suponer a una astronave extraterrestre no sepa absorber las emisiones de radar? Al contrario, yo opino que si un OVNI aparece en un radar primario (ni hablar de los radares secundarios), evidentemente no es extraterrestre. A excepción de los meteoritos de la atmósfera, claro.
A menos, naturalmente, que todo el fenómeno OVNI sea un vasto teatro en el que los testigos e investigadores seamos títeres de una inteligencia “daimónica”. Pero esa posibilidad implica terribles planteamientos filosóficos que aterran al ufólogo “científico”.
Pero continuemos. Para que el ser humano presente esta apariencia antropomorfa se han necesitado millones de años de evolución biológica adaptándose al medio ambiente de la Tierra.
Medio ambiente condicionado por millones de factores -presión y densidad atmosférica, distancia al Sol, composición del aire, etc.- Si sólo uno de esos factores hubiese variado, por ejemplo, la distancia al Sol, no seríamos como somos. Ni siquiera seríamos. ¿Por qué entonces los ufonautas son, habitualmente, tan sospechosamente similares a los hombres? ¿Cómo podemos suponer que la “lotería” que nos tocó en la Tierra, para sincronizar infinidad de factores biológicos, se repita con tanta alegría por todo el universo?
En mi humilde opinión, resulta aberrante plantear los OVNIs como máquinas metálicas extraterrestres. Si son máquinas metálicas (y muchos lo son como los aviones, helicópteros, satélites o prototipos secretos) dudo que sean extraterrestres; y si su origen es extraterrestre (o paraterrestre) dudo que sean máquinas metálicas.
¿Y qué pasa con los OVNIs del pasado?, suelen argumentar los defensores de la HET cuando hago estos planteamientos. Una mínima reflexión lógica sobre algunos “clásicos astroarqueológicos”, arroja demasiados interrogantes incompatibles con la HET clásica. Las “pistas” de Nazca ¿aeropuerto alienígena? Personalmente tengo muy claro que los escurridizos OVNIs no precisan de pistas de despegue. Su asombrosa capacidad aeronáutica deja claro que aterrizan y despegan de donde se les antoja.
El cráneo de Broken Hill y demás “agujeros de bala prehistóricos”. Sin comentarios. Dudo que un extraterrestre capaz de viajar por los “agujeros de gusano”, neutralizar el incremento de su masa o atravesar mundos paralelos, llegue a la Tierra con una escopeta de cartuchos.
Y qué decir de los “OVNIs bíblicos”? Cualquiera de los temas expuestos merecería una larga reflexión, pero el de los OVNIs en los libros sagrados más que ninguno. Hasta el momento, todos los autores que conozco, que han tratado el tema de los OVNIs en la Biblia, el Corán o los Vedas han adolecido del mismo, a mi juicio, error; aceptar los textos como literales.
Hasta 1943 no existió una Biblia en castellano traducida directamente de los textos hebreos y griegos, y hasta 1920 no se editó una Biblia en español (a cargo de Don Carmelo), traducida de la Vulgata de San Jerónimo (traducción del latín y no de las lenguas originales). Hasta ese momento, los textos han sufrido en 2.000 años todo tipo de manipulaciones, añadidos, mutilaciones, adaptaciones culturales, etc. Sólo los exégetas, auténticos expertos en el texto bíblico, su contexto social y cultural y el origen de cada relato, comprenden la enorme complejidad de cada episodio, que por supuesto no tiene nada de transcripción literal de un hecho. La mítica “Nueva Jerusalén que desciende del cielo” (Apocalipsis 21, 2), por citar sólo un ejemplo bastante popular de “OVNI bíblico”.
Pero cualquier exégeta, incluso cualquier teólogo, sabe que el concepto alegórico “Jerusalén” o “Nueva Jerusalén” es utilizado infinidad de veces en el Antiguo y Nuevo Testamento con significados muy dispares; igual que “gehena”, “familia”, etc. Probablemente, si los astro-arqueólogos tuviesen una mayor formación exegética o al menos teológica, sabrían discernir con mayor veracidad los textos alegóricos, proféticos, escatológicos y pseudo-históricos de los libros revelados.
Pero cualquier exégeta, incluso cualquier teólogo, sabe que el concepto alegórico “Jerusalén” o “Nueva Jerusalén” es utilizado infinidad de veces en el Antiguo y Nuevo Testamento con significados muy dispares; igual que “gehena”, “familia”, etc. Probablemente, si los astro-arqueólogos tuviesen una mayor formación exegética o al menos teológica, sabrían discernir con mayor veracidad los textos alegóricos, proféticos, escatológicos y pseudo-históricos de los libros revelados.
Otro ejemplo clásico es la visión de Ezequiel. El ingeniero norteamericano J.F. Blumrich incluso llegó a realizar una recreación tecnológica de la mística visión del profeta que se ha convertido en un ejemplo clásico (con la garantía de un técnico de la NASA) de tecnología alienígena en el Antiguo Testamento. Pero todos los que conocemos el diseño de Blumrich, que convierte los “cuatro vivientes” de Ezequiel en una nave de 4 hélices, tren de aterrizaje de sistema hidráulico y ruedas, etc., deberíamos pararnos a reflexionar. ¿Cómo es posible que los extraterrestres, que viajan a través del universo, aún utilizasen autogiros?
Ciertamente incomprensible. Por supuesto, para especular sobre todos estos enigmas del pasado, siempre nos queda la Atlántida…
Con todo lo expuesto quiero compartir con el lector mi profunda turbación. Tras años de intensa investigación, me consta plenamente que el fenómeno OVNI es un hecho incuestionable. Con atormentado desconcierto observo los hechos, pero la reflexión lógica me impide aceptar la HET clásica como inviable para explicar los OVNIs.
Pero ¡ATENCION!; todas estas reflexiones no van en detrimento del enigma OVNI, sino todo lo contrario. Lo que podrían parecer argumentos contra el fenómeno no son sino avales a su realidad.
Habitualmente los “escépticos profesionales” atacan la ufología basando todos sus argumentos en que los extraterrestres no pueden venir a la Tierra. Y minimizando el enigma OVNI (mucho más profundo y complejo) al limitarlo a la HET, sentencian: “Los OVNIs, o son astronaves ETs, o no lo son. Por lo tanto, no son”.
En mi opinión, efectivamente los OVNIs no son astronaves extraterrestres, pero resulta incuestionable que SI SON. A partir de este punto se abre un sinfín de fantásticas posibilidades a cual más increíble: manifestaciones descocidas de fenómenos naturales, inteligencias de mundos paralelos, fenómenos místicos, manipulaciones terrestres…
Estas fantásticas posibilidades no influyen en la manifestación del fenómeno OVNI (que persiste al margen del ufólogo), pero sí escaparían a los habituales argumentos escépticos que, a través de la estrategia de hacer sinónimo OVNI-nave ET, pretender anular el enigma al argumentar algo lógicamente obvio; que los No Identificados probablemente nada tienen de astronaves alienígenas.
Tal vez si en lugar de tantos “coleccionistas de casos” existiesen más pensadores, artífices de una “filosofía de la ufología” sin sentido como la HET clásica (comprensible como proceso deductivo en los años 40-50, pero no ahora) habrían dejado de entorpecer la investigación OVNI hace años. Mi reto de la Complutense continúa en pie…
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