- Oye Lucas, ¿tú crees en los OVNIs?
- ¡Pues claro Fermín! ¿Porque vamos a ser los humanos los únicos seres vivos del universo...?
Esa conversación nos suena familiar. Se ha repetido infinidad de veces en charlas de sobremesa, tertulias de café o reuniones familiares por todo el mundo occidental. Los términos OVNI y nave extraterrestre se han convertido en sinónimos indivisibles a causa de la influencia psicosocial de la cultura occidental (fundamentalmente norteamericana) en el mundo "civilizado". Pero ambos términos no han de significar necesariamente lo mismo.
En la actualidad casi todo el mundo (occidental) sabe que la palabra OVNI (en realidad cuatro iniciales sustantivadas) significa Objeto Volante No Identificado. Rápidamente ese concepto se relaciona con un "Platillo Volante" lleno de marcianitos verdes. Sin embargo los OVNIs no han de ser necesariamente Objetos, ni siempre son Voladores, y tan solo deben ser No Identificados para el observador. En otras palabras, cualquier cuerpo, sustancia o fenómeno, de desplazamiento aéreo en algún momento, y naturaleza desconocida para quien lo ve es un OVNI.
Y por si esto no fuese bastante, todo un amplio abanico de fenómenos mecánicos, terrestres, espaciales, marinos e incluso psicológicos han venido sumándose, con el paso de los años, a ese abstracto campo de la cultura occidental que llamamos "Fenómeno OVNI". Ecos No Identificados detectados en un radar, huellas circulares en un campo calcinado, desapariciones "extrañas" en el Triángulo de las Bermudas, percepciones psíquicas de "mensajes" y "entidades", detecciones radioastronómicas de señales "inteligentes"... la lista es inmensa.
Y nuevamente un tráfico aéreo sin plan de vuelo, un círculo de hongos en la campiña, el naufragio de un barco sin radio-baliza, alteraciones del lóbulo temporal o fenómenos hipnogógicos, o la captación de un Quasar en un observatorio radioastronómico, pueden presentarse como "pruebas" de la presencia extraterrestre en nuestro planeta.
Pero entre ambos extremos persiste un universo de casos, fenómenos y personas sinceras, que nos relatan experiencias extraordinarias, a veces muy arropadas documentalmente. Desde 1947 los investigadores hemos recopilados miles de testimonios personales y evidencias de todo tipo (detecciones radar, fotos, filmaciones, huellas físicas, cicatrices en testigos, etc) que demuestran solo una cosa: el fenómeno OVNI supone uno de los campos más enriquecedores, fascinantes y extraordinarios de la cultura occidental.
Probablemente porque, en mi opinión, se trata en realidad de un conjunto de fenómenos de distinto origen, naturaleza e incluso intencionalidad, que tienen como único denominador común su naturaleza inidentificada para el testigo. Por eso merece la pena estudiar los OVNIs. No solo por la formación interdisciplinar que el ufólogo ha de ir adquiriendo con el tiempo, sino por el impagable enriquecimiento humano que supone el trato con otros seres humanos de diferentes credos, razas y culturas que comparten un encuentro con el misterio que, en ocasiones, cambiaría sus vidas para siempre.
Si además de todo eso contemplásemos la posibilidad de que otras formas de vida no humanas estuviesen detrás de un solo incidente OVNI, ese extraordinario acontecimiento científico y cultural justificaría todos los esfuerzos, sacrificios, riesgos y sin sabores que puede llegar a suponer la investigación del fenómeno OVNI en todas sus dimensiones y aspectos. Pero aunque eso no ocurriese, no importa.
Lo mágico y maravilloso de los OVNIs no es que nos demuestren que no estamos solos en el universo... lo extraordinario es que nos muestran que no estamos solos en este hermoso y maltratado planeta azul. La Tierra.
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