El esperado retorno de Quetzalcoátl no se produjo. Al menos de forma pública y manifiesta. Pero algunos curiosos personajes sí afirmaron que Quetzalcoátl había regresado. Es el caso de Máximo Camargo. Máximo Camargo es un humilde trabajador panameño, casado y padre de cuatro hijos, que el 1 de Mayo de 1987 protagonizó un insólito encuentro. Este insólito contactado presenta una biografía sumamente peculiar, ya que fue encontrado dentro de un saco abandonado en plena selva por una mujer que lo adoptó.
Tenía Camargo aproximadamente siete meses y fue cuidado por su nueva madre hasta aproximadamente los siete años, edad en que dicha mujer falleció y Camargo quedó nuevamente a la voluntad de la naturaleza.
Según "El Esperado Retorno", publicado en 1987 por la Asociación Adonai, Máximo Camargo era analfabeto cuando protagonizó su contacto, el 1 de Mayo de ese mismo año.
"Eran como las dos de la tarde -relata Camargo- y yo andaba haciendo un trabajo para mi casa, sacando una madera. Iba caminando por una potrera de la familia Laddo y oí un ruido muy grande, pero pensé que era el viento. Más adelante sentí el zumbido por encima de mí; entonces miré y vi la forma de un plato volteado, muy brillante, que venía descendiendo lentamente. Me quedé observándolo y se paralizó como a cincuenta metros de altura. Allí se quedó inmóvil y después corrió una portezuela en la parte de abajo, en el mismo centro de la nave. Después proyectó un caño de humo, como una luz muy brillante, muy blanca, que hizo contacto con el suelo...".
Según el relato de Camargo, de pronto, un ser humano vestido con una túnica de anchas mangas, cuello redondo y tres botones al frente, pelo largo y rubio, se personó ante el panameño, invitándolo a penetrar en la nave.
Dentro, Camargo se encontró con otros seres, protagonizando un clásico episodio de contacto OVNI que sería largo, aunque apasionante, relatar. Baste decir que uno de los pretendidos ufonautas, según Camargo, dijo llamarse Quetzalcoátl. Y a pesar de lo absurdo que pueda parecer el relato a una mente racional y escéptica, lo importante es la credibilidad que él mismo inspiró en algunas importantísimas iniciativas de contacto OVNI contemporáneas, que también proclaman el esperado retorno de los dioses (extraterrestres).
Así, Máximo Camargo y su encuentro con el prometido Quetzalcoátl se convirtieron en una de las piedras de base de movimientos contactistas como la famosa "Clave 33".
"TEORRORISMO" TERRORISMO TEOLÓGICO.
UNA REFLEXIÓN CRITICA
Desde el punto de vista teológico, conferir a los mitos de los dioses la entidad de fenómenos reales es casi inaceptable, al menos para la mayoría de teólogos, filósofos, antropólogos e historiadores contemporáneos.
Sin embargo, justo es reconocer que, excepcionalmente, algunos episodios descritos en la mitología de todos los pueblos parecen aludir a seres reales descendidos del cielo en artefactos voladores. Por desgracia, en este aspecto se ha hecho de una parte el todo, y cualquier descripción de un fenómeno aéreo inusual se considera por los ufólogos y astroarqueólogos como el relato veraz de un encuentro con alienígenas... Y tampoco es eso.
Supongamos a un remoto aborigen, como tantos otros adoradores del Sol, que un buen día presencia un inesperado eclipse del astro rey. Muy posiblemente su relato podría ser algo así: "Y poco a poco el disco plateado (la Luna) se interpuso entre el Sol y nosotros convirtiendo el día en noche...". Cientos de años después un ufólogo podría interpretar esa descripción como un encuentro OVNI similar a los contemporáneos.
Lo mismo podría argumentarse con un sinfín de señales en los cielos, como fastuosos cometas (recordemos el terror de los testigos del penúltimo paso del cometa Halley), espectaculares auroras boreales, halos solares, meteoritos... Es más que posible que todos esos fenómenos inusuales avistados en los cielos fuesen mitificados y deificados por los antiguos, igual que ocurre con los "cultos cargo" a los que nos referimos anteriormente. A este respecto, pensadores como Carl Gustav Jung, o Mircea Eliade, tendrían una visión psicosocial y filosófica que aportar. El mismo Mircea Eliade, en su monumental Tratado de la Historia de las Religiones (Círculo Universidad, 1990), menciona numerosas culturas y cultos en los que aparecen reflejados esos fenómenos.
Si partimos de la reiterada coincidencia del arquetipo divino identificado con lo superior, lo alto, el cielo, todo lo que allí acontezca, estará vinculado con la divinidad.
Recordemos, como antes mencionábamos, la interpretación que la secta de los Quetzales hacía de la aparición de nubes con forma de mano como augurio del inminente retorno de Quetzalcoátl.
Aún hoy determinadas nubes, como las lenticulares, han sido confundidas con OVNIs más de una vez. ¿Por qué no en la antigüedad?
Y aún iría más allá. Cierto es que existen determinados enigmas del pasado, que han sido vinculados al mito de los dioses por parte de los astroarqueólogos, y todo ello sesgadamente interpretado como de origen extraterrestre.
En cualquier libro sobre OVNIs en la antigüedad podremos toparnos con alusiones a las "pistas de Nazca", la visión de Ezequiel, los cráneos con "agujeros de bala", etc. Estos vestigios misteriosos son interpretados inmediatamente como de origen alienígena. Pero quizás si reflexionásemos un poco, y aunque permanezca el misterio, tal hipótesis es "antinatural".
Suponiendo que realmente la Tierra hubiese sido visitada en el pasado por extraterrestres, e incluso suponiendo que dichos visitantes fuesen los míticos dioses, habrían precisado de una tecnología fantástica para rebasar las inimaginables distancias del universo. Habrían revolucionado con sus máquinas los dogmas científicos de todos los tiempos. Y de haber poseído tan mágicas máquinas, resulta absurdo imaginarnos a estos dioses elaborando pistas de aterrizaje en la altiplanicie peruana, disparando con fusiles a los homínidos, o utilizando un autogiro como el reconstruido por Blumrich a partir del relato de Ezequiel. No es coherente.
Quizás uno de los graves errores de la astroarqueología haya sido el bucear en los textos míticos, o en los libros religiosos, partiendo de prejuicios e interpretaciones apriorísticas.
La "teorrorista" generalización que se hace de los dispares textos religiosos de culturas y épocas tan dispares es sumamente imprudente. Cada mito, como refleja Eliade en obras como El Mito del Eterno Retorno, se manifiesta en cada época, cultura y contexto geográfico de forma diferente.
Las manipulaciones de los textos, la influencia de leyendas rurales, ¡incluso del clima y la orografía de un pueblo!, puede ser fundamental en la elaboración de una leyenda. Saltarse ese factor es una imprudencia.
Mas al margen de los textos más sensacionalistas o los estudios más eruditos, el mito de la Segunda Venida, del eterno retorno, es una constante, y un derecho de todo ser humano, que necesita desesperadamente mantener un vínculo con los dioses de sus antepasados.
© Carballal,1991
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