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¿QUIÉN FUÉ CARLOS CASTANEDA?

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¿CÓMO SOMOS EN EL MÁS ALLÁ?


Miles de personas en todo el mundo afirman haber pasado por la Experiencia de Cuasi-Muerte, viviendo la experiencia del túnel hasta llegar a la frontera del más allá pero... ¿Qué ocurre cuando el espíritu atraviesa definitivamente esa frontera? ¿Cómo es nuestro cuerpo y cual nuestra apariencia en el otro mundo...? 

Espectros etéricos de apariencia monstruosa; fantasmas ensabanados arrastrando pesadas cadenas; espíritus sutiles y transparentes; apariciones corpóreas y tridimensionales... Las descripciones que los testigos de experiencias con el más allá nos relatan, sobre la apariencia de los desencarnados, son extremadamente variadas. Dependientes, probablemente, de lo que los psicólogos denominan “selección perceptiva”, esto es; la preferencia que nuestro cerebro tiene a retener determinados aspectos de una experiencia que hemos vivido, obviando o dejando en segundo término, los demás. 

Este fenómeno se constata en todas las descripciones realizadas por un colectivo de testigos de un mismo fenómeno. Por ejemplo, los funcionarios de Tráfico que deben encuestar a los diferentes testimonios de un accidente, recogen en cada uno de los relatos detalles que no se mencionan en los demás. Esto es debido a la selección perceptiva. Por esa razón es importante comparar diferentes descripciones, sobre el mismo fenómeno, para tener una percepción global del mismo, y por tanto –en teoría- más cercana a la realidad. 

De esta forma tal vez sería posible concebir cual es la apariencia que adopta el ser humano, tras abandonar –aparentemente- su cuerpo físico, tras el tránsito más allá de la muerte. 

CRUZANDO LA FRONTERA OSCURA 

Los relatos de personas que han vivido la experiencia de la muerte clínica, habitualmente repiten los mismos elementos descriptivos, que siguen a la parada cardiorrespiratoria; la sensación de ascenso, la perspectiva aérea del propio cuerpo en el suelo o el lecho, el túnel de luz y las escenas de la vida pasada proyectadas como una película, etc. Pero llegados a un determinado punto de su relato la experiencia se detiene, y vuelve a su cuerpo físico y a la vida. ¿Qué ocurriría después de cruzar esa última frontera? ¿Cómo sería la apariencia de ese fallecido una vez traspasado el último umbral? 

Partiendo del supuesto de que los relatos de los testigos reflejen un fenómeno objetivo y exógeno al mismo sujeto, solo contaríamos con esa herramienta para concebir como evolucionaría nuestra apariencia física después de la muerte. 

Durante la I Guerra Mundial la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres recogió cientos de relatos sobre apariciones de fantasmas. Un importante porcentaje de aquellas experiencias eran descritas por las madres o esposas de los soldados que fallecían en las trincheras del frente. 

En esos casos la aparición, según se averiguaba posteriormente -por la notificaciones oficiales del fallecimiento emitidas por el Ministerio de Defensa-, se habían producido en el mismo instante en que el soldado caía bajo el fuego enemigo. Este hecho, unido a que la aparición se describía como una visión etérica, casi una sutil sensación de angustia adaptada a la imagen del ser querido, percibida por la testigo en su propio dormitorio. 

Ese tipo de “apariciones fantasmales” han sido recogidas en imnumerables tratados parapsicológicos. Pues bien, siguiendo mi hilo argumental, este tipo de relatos obedecerían más probablemente a una experiencia telepática, adaptada por la mente del propio testigo según su formación cultural. Por tanto no podríamos ampararnos en ese tipo de relatos sobre “fantasmas” para deducir como es la apariencia física de los espíritus tras el tránsito definitivo de la muerte, ya que esas apariciones –tan frecuentes en la bibliografía especializada- no serían tales, sino más bien una emisión telepática generada por la víctima en el instante anterior a su fallecimiento. Pero en ningún caso se trataría de una auténtica aparición post-morten. 

Por eso la supuesta apariencia del alma en el más allá debe ser diferente... 




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