Cuando una estrella, como nuestro sol, agota el combustible que le permitió durante largo tiempo darnos luz y calor, se convierte en una enana blanca. Fallece. Pero a pesar de haber agotado su combustible nuclear en su colapso, y comenzar su lento proceso de enfriamiento cadavérico, su luz permanece visible en el espació durante miles de años… Así permanecerá en nuestro pequeño universo, la memoria de Salvador Freixedo.
Gallego de pura cepa, vino el mundo en el seno de una familia ultracatólica, el 23 de abril de 1923. En Carballiño (Ourense). Así pues su destino estaba marcado. Con un hermano jesuita y una hermana monja, recibió la misma educación conservadora que ellos, y siguió sus pasos, ingresando en Compañía de Jesús con solo 16 años ordenándose sacerdote. Todavía conservo la fotografía que me obsequió de su primera misa, entregando a su padre la Sagrada Forma durante la comunión. Creo que en ese momento tanto él como su padre se sentían tremendamente orgullosos. Creo que yo, que sentí la misma vocación que Salvador, aunque en un contexto menos conservador, puedo comprender lo que ambos sintieron en ese momento.
Siempre me pregunté qué habría pasado si la providencia hubiese decidido que Salvador naciese en el seno de una familia musulmana, judía o atea. Probablemente se habría convertido en Imam, rabino… o agnóstico activista por los derechos humanos. Por qué, aunque Freixedo siempre fue un hombre de Dios (el que le tocase en suerte), por encima de todo fue un hombre preocupado por la humanidad…
En 1947 ocurrieron dos cosas serias en América: aparecieron los Platillos Volantes y Salvador Freixedo.
Misionero en el Nuevo Mundo, llegó a América con la misión jesuíta de hacer apostolado. Y caminó, durante años, peregrinando de pueblo en pueblo llevando la “Palabra de Dios” y descubriendo a la vez, como el Buda Gautama, la profunda desigualdad social que existía entre los los “hijos de la Iglesia”. A mí me encantaba sentarme a su lado, en aquel salón repleto de libros, en su casa familiar rodeada por los montes gallegos, y escuchar las anécdotas interminables que atesoraba de aquellos años…
El jesuita rebelde
Freixedo se endureció en los caminos de América Latina. Recio. Fuerte. Atormentado por sus inquietudes espirituales –un tormento que, creo, le acompañó toda su larga vida- y por la autocrítica hacia la Iglesia que nació de su traumático descubrimiento de que el sistema de castas, no es patrimonio exclusivo del hinduismo.
En 1957, tras haber fundado el Movimiento de la Juventud Obrera Cristiana, publica en Cuba “40 casos de injusticia social”. Inmediatamente fue expulsado de la isla por el dictador Batista.
De Cuba viaja a Puerto Rico, donde funda la casa de la Juventud Obrera Católica, que construye con sus propias manos. Nadie podía imaginar que aquel joven, audaz y temerario sacerdote revolucionario terminaría 55 años después, apoyando a un partido como VOX.
Pero como no escarmentó con el exilio cubano, diez años después, en Puerto Rico, publica “Mi Iglesia duerme”, donde denunci la traición al mensaje evangélico de Jesús, por parte de los dirigentes católicos. A causa de ese libro es expulsado de los jesuitas. En España los censores del ministro Manuel Fraga prohíben la distribución del libro, pero en América se convierte en un fenómeno social.
Recuerdo perfectamente el día que fui consciente del calado, empaque y dimensión histórica de Salvador Freixedo. Y fue precisamente en su casa de Carballiño. Una tarde de verano. En la que, rodeados por su numerosa familia perruna, me permitió ver el sorprende álbum de fotos en que conservaba los recortes de prensa de aquella época.
Cuando Freixedo fue expulsado de los jesuitas por su autocrítica a la Iglesia, el pueblo se echó a la calle. “En Houston preocupados por la Luna, en Ponce por Freixedo” se podía leer en una de las pancartas que esgrimen los manifestantes, ilustrada con una imagen de un Salvador Freixedo amordazado…
Distanciado ya de la Iglesia, a la que había dedicado la mayor parte de su vida, en 1970 publica en Venezuela: “Amor, Sexo, Noviazgo, Matrimonio, Hijos: Cinco Realidades en Evolución (Mitos religiosos en las relaciones humanas)”. Por presiones de la Iglesia venezolana Freixedo es encarcelado y después expulsado de nuevo del país.
Es en esa época cuando descubre el fascinante mundo de lo paranormal y especialmente el fenómeno OVNI, dedicando desde entonces su vida a esa nueva pasión. “El cristianismo, un mito más” (1986), uno de sus grandes clásicos, trae la lluvia sobre mojado…
Cuando llega al mundo del misterio, Freixedo ya viene muy curtido en el combate. Y de la misma forma en que este David ourensano tuvo los arrestos de enfrentarse al gigantesco Goliat del Vaticano, armado solo con la honda de su pluma, no le iba a atemorizar revolucionar la ufología internacional con sus audaces propuestas.
Décadas antes de que los exopolíticos de moda supiesen nada sobre los Anunaki, lustros antes de que David Icke pronunciase la palabra reptiliano, muchos años antes de que Carlos Castaneda se inventase a los seres inorgánicos… Freixedo fue el primero en conjeturar una cara B del contacto OVNI. Y en teorizar que somos propiedad. Todos los demás solo son burdos imitadores, quizás más famosos y reconocidos, pero imitadores.
Salvador, que nunca fue un investigador –al menos tal y como yo concibo ese término- si fue un brillante pensador. Un filósofo de la ufología.
Lector compulsivo, ha sido de los pocos autores que han sido capaces de aportar algo nuevo a esta disciplina. Una propuesta audaz, que podemos compartir o no, pero que nadie puede negar que en su día fue totalmente innovadora, plagiada… y denostada.
Para quienes solo conocían a Salvador en la pantalla de un televisor, en las ondas hertzianas o en el papel impreso, era fácil prejuzgarlo. Todavía resuenan en mi oído las exclamaciones de reprobación de algunos componentes de la ufología más racional española, sentados a mi lado en el auditorio donde Salvador estaba impartiendo una conferencia sobre sus teorías… “¡Esta loco! ¡Este tío está loco!”. Recuerdo perfectamente como en el turno de preguntas uno de ellos, mi amigo Nacho Cabria, levantó la mano para espetarle directamente: “¿Pero usted se cree de verdad todo lo que está diciendo…?”. Y la respuesta es sí.
Salvador no era un actor. Atormentado por sus conclusiones sobre el fenómeno OVNI yo llegué a la convicción de que era sincero. Acertado o errado, pero sincero.
Recuerdo el día que me empeñe en presentarle a una buena amiga, directora de la editorial Planeta. Siempre pensé que Freixedo se merecía una biografía digna, publicada por la editorial más importante. Así que convoque aquella comida en Madrid para que se conociesen. A la directora solo le dije que quería presentarle a un ex sacerdote con una trayectoria vital extraordinaria. Y a él le rogué que se limitase a hablar con la editora de su época como cura rebelde y perseguido en América Latina… “Por favor te lo pido Salvador, ni una palabra de la granja humana, ni de extraterrestres que chupan sangre, ni de hombres serrados por la mitad y cadáveres arrojados desde platillos volantes…. Y por Dios ni se te ocurra mencionar al plantimal…”.
Todo iba fenomenal. La editora, Magdalena del Amo y yo, disfrutábamos de la comida y de las magníficas anécdotas de Salvador, que aguantó la compostura el primer plato, e incluso el segundo plato, sin mencionar el tema. Su tema. De vez en cuando la editora me miraba y me sonreía. Estaba flipando con la biografía de aquel personaje extraordinario y el libro ya estaba vendido… Pero para cuando llegaron los postres, Salvador ya no aguantó más. Y de la persecución de la Iglesia, pasó a los textos de la Biblia, y de la Biblia a los Elohim, y de los Elohim a los extraterrestres chupasangre, y los dioses “cazueleros” come-humanos… La sonrisa se borró de los labios de la editora, que discretamente me susurró al oído: “¿pero este señor se ha vuelto loco o me está tomando el pelo…?”.
La respuesta es que ni lo uno ni lo otro. Pero no hubo libro. Freixedo perdió la oportunidad de ver su biografía editada en Planeta porque, por encima de todo, siempre fue consecuente con sus ideas. Yo no las compartía, pero no podía menos que sentir una profunda admiración por el valor, la vehemencia y la pasión con que las defendía.
La mirada de Magdalena
Salvador Freixedo fue perseguido, vilipendiado, plagiado e incomprendido… pero también fue profundamente amado. Sacerdote comprometido, consecuente y con las suelas de las sandalias literalmente gastadas en los caminos de América Latina, curtido en la lucha cuerpo a cuerpo con la injusticia social, Salvador descubrió el amor, ya en la madurez, de la mano de su inseparable Magdalena del Amo. Y estoy convencido de que si antes de conocerla -en los años 80-, ya había demostrado su coraje y valía enfrentándose a gobiernos y obispos, cuando Magdalena llegó a su vida renovó su audacia, valor y energía para enfrentarse al mundo. A este y a otros mundos.
Una de las cosas que más me gustaba, cada vez que visitaba su casa en los montes ourensanos, o cada vez que organizaba aquellas cenas anuales de investigadores gallegos, era ver como Magdalena miraba a Salvador cada vez que tomaba la palabra… Aquella envidiable mirada.
A pesar de haber convivido durante tantos años, Magdalena seguía sintiendo la misma admiración por el exjesuita que el día en que se enamoraron. Hacia el final, cumplidos los 80, y los 90, Salvador continuaba manteniendo la misma energía en su discurso, la misma fuerza en sus palabras, la misma convicción irracional en ideas que a muchos nos parecen descabelladas. Y Magdalena seguía teniendo aquella misma mirada, cuando él hablaba. Pienso que solo un gran hombre es capaz de inspirar en una gran mujer miradas como esa, perpetuadas a lo largo de más de treinta años.
A pesar de las cosas que decía, que tanto irritaban a la “burguesía ufológica biempensante”, Freixedo no era un necio. Ni un ignorante. Ni un desinformado. Al contrario, era un genio solitario, incomprendido y extremadamente culto. E inteligente. Prueba de ello era su elegante, refinado y desternillante sentido del humor.
Existen infinidad de estudios académicos que demuestran que el sentido del humor no solo es un irresistible afrodisiaco, es también el síntoma más evidente de una inteligencia superior. Y quienes hemos tenido la oportunidad de conocer de cerca a Salvador, somos testigos privilegiados de esa genial ironía que dejaba asomar siempre que tenía ocasión.
Un ejemplo son sus brillante sonetos. Durante sus últimos años de vida, y esto no todos lo saben, Salvador Freixedo tenía un espacio propio en la web Periodista Digital: https://www.periodistadigital.com/autores/salvador-freixedo/. Espacio en el que 3, 4 y hasta 5 veces por semana Freixedo publicaba ingeniosos sonetos satíricos, en los que dibujaba sus opiniones sobre los temas de actualidad. Sonetos que, aunque con ingenio y humor, nunca ocultaron las ideas conservadoras y tradicionales, que inculcaron su familia ultracatólica y los Jesuítas en aquel joven ourensano que ingresó en la orden con 16 años, cuando su mente era más vulnerable y maleable. Y ahí siguieron toda la vida. Su homofobia y antiabortismo militante, sus comentarios sobre los “caca-talanes”, sus alabanzas al “Tsunami de VOX”… el pensamiento social de Freixedo, como siempre claro, nítido y diáfano, sin ambigüedades, está reflejado en esos sonetos.
Siempre le agradeceré que, hace unos años, tuviese la generosidad de obsequiar a El Ojo Crítico con una de sus creaciones, publicado en EOC nº 71:
Soneto a El Ojo Crítico
“La revista de Manuel Carballal
que tiene por nombre el Ojo Crítico
se ha ya convertido en algo mítico
en el mundo de lo paranormal.
El que no lo sepa es un animal
que tiene el cerebro paralítico
además de un espíritu raquítico
sin ninguna cultura general.
El Ojo Crítico es enciclopedia
y a su lado es un asco Wikipedia.
Antaño fue famoso el Ojo de Isis
que escudriñaba altivo el tiempo aquel,
pero ahora en este tiempo de gran crisis
todo lo abarca el Ojo de Manuel”.
S. Freixedo
Y es que Freixedo, y esto sorprenderá a sus detractores, era un lector compulsivo de El Ojo Crítico. A mí también me sorprendió. Pero cada vez que organizaba aquellas reuniones anuales de los estudiosos gallegos, con Pedrero, Requejo, Magdalena, Dopico, los Fernández, etc. siempre le entregaba los últimos ejemplares en papel. Y en la siguiente reunión Salvador me comentaba uno a uno todos los artículos, noticias y confidenciales publicados. Los devoraba, de la primera a la última palabra. Y sabiendo que la línea de EOC estaba en las antípodas de sus planteamientos sobre el mundo de lo paranormal, siempre me admiró la lucidez de Salvador para leer incluso a quienes no pensaban como él. Creo que este es otro síntoma de su gran inteligencia.
¿Qué cómo es posible que alguien tan inteligente creyese las cosas que creía Freixedo? Yo también me hice muchas veces esa pregunta… Supongo que solo alguien que haya caminado en sus zapatos puede comprender la respuesta. Lector compulsivo doy fe de que nunca faltaba un libro en las manos del ex jesuita. Que siendo políglota, podía acceder y accedía a mucha bibliografía que para la inmensa mayoría de hispanohablantes pasaba desapercibida.
Conversar sobre estos temas con Salvador, era asistir abrumado a una exposición de anécdotas capaces de demoler al más escéptico. Y es que, aunque Freixedo no era esclavo, como yo, del dato preciso, la fecha exacta, el lugar concreto o el nombre correcto, tenía otros argumentos para desarmar a su interlocutor.
Durante su dilatadísima trayectoria, Salvador Freixedo conoció a todos los grandes referentes del mundo de lo paranormal. Realizó operaciones de cirugía psíquica con Pachita, conoció los experimentos de Andrija Pujarich, asistió a las demostraciones de Ivan Trilha…
Intentar debatir con Salvador con argumentos racionales sobre si existían o no los fantasmas, era imposible, cuando te espetaba en la cara: “Ay, Manuel, si tu hubieses sentido como después de materializarse un ectoplasma te acariciaba la calva con la mano… ¿Cómo se llamaba aquella médium Magdalena…?”. Fin del debate.
O discutir con él la HET para el fenómeno OVNI y que te replicase con sus característicos aspavientos: “¡Pero si yo vi la nave que se estrelló en Puebla! ¡Yo la ví, allí, rodeada por los militares…!”. Fin del debate.
O tratar de argumentar que la cirugía psíquica es un fraude, y recibir como contraréplica: “Si tu hubieses operado con Pachita como yo, y tú hubieses hundido la tijeras en la carne del paciente… ¡le clave las tijeras, Manel, se las clavé…!. Fin del debate.
Supongo que nunca sabremos si todas aquellas anécdotas irrebatibles e incomprobables que Freixedo atesoraba en su dilatada carrera ocurrieron realmente o –como sería más lógico- se enriquecieron en la memoria, esa frágil herramienta de nuestro cerebro, con el paso de los años. Pero la única forma de comprender porque Salvador era capaz de defender con tanta vehemencia planteamientos indefendibles racionalmente, es conocer esa envidiable trayectoria. La inmensa mayoría de sus detractores, no han caminado siquiera los primeros centímetros, de un camino que Freixedo recorrió durante miles de kilómetros. Repito, literalmente.
Se fue el último exponente de toda una generación de estudiosos del misterio. Salvador era él último superviviente de aquellos pioneros que sentaron las bases de la bibliografía especializada en España: Ribera, del Oso, Casas-Huguet, Darnaude, Roca Muntañola, Lamich, Lleguet, Argumosa, Sesma, Darnell… Salvador cierra un ciclo.
Para quienes no creemos en la vida después de la muerte, las estrellas, al fallecer, no se reencarnan, ni pasan a otra dimensión. No van al cielo ni al infierno… simplemente se desvanecen poco a poco en el tiempo y en el espacio. Convertidas en enanas blancas. Pero aún así, ya sin vida ni actividad, su luz permanece visible en el espacio durante millones de años… Y así permanecerá entre quienes le conocimos, le admiramos y le quisimos, la memoria del jesuita rebelde.
Gracias por Recordarme al Único Hombre que Admiro Gracias
ResponderEliminarDecir lo que se piensa sin pelos en la lengua y contar las vivencias extremas,es valentía de pocos.Y Salvador Freixedo se lo demostró así mismo.
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