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¿QUIÉN FUÉ CARLOS CASTANEDA?

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YINNAS: LOS GENIOS DEL DESIERTO


Roso de Luna, célebre escritor extremeño, famoso desde que descubrió el cometa que lleva su nombre, estudió física y química, astronomía, derecho e historia de las religiones (esto último como autodidacta). Pero no temió, como buen masón, realizar algunas incursiones en el mundo del esoterismo, hasta el punto que llegó a sustituir en 1909 a Annie Besant en la presidencia de la Sociedad Teosófica, a la que me referiré más extensamente cuando hablemos de la India. 

Por esa razón no nos sorprende encontrar en su ingente obra (en torno a cuarenta libros) títulos tan emblemáticos como "El libro que mata a la muerte o libro de los yinnas", cuyo título habla por sí mismo. Además del citado, otras obras de Roso de Luna, como "Por el reino encantado de Maya", "Gentes de otro mundo", etc., redundan en tomo al tema de esos míticos seres que compartirían, según los esoteristas, el planeta tierra con los humanos. 


Disney y sus dibujos animados nos han transmitido una imagen amable de los míticos genios que pueblan los relatos árabes de Aladino, Simbad el Marino o Las mil y una noches. Sin embargo, la apariencia cordial y bonachona de los genios de Disney difiere de la creencia popular que sobre estas legendarias criaturas subsiste en la cultura islámica. Los Amas, djins, djinas, finas o genios son, según las creencias tradicionales árabes, una especie de criaturas invisibles, a medio camino entre los humanos y Alá, capaces de interferir, para bien o para mal, en nuestras vidas. 

Algo similar a los ángeles, arcángeles, serafines, potestades, números, dominaciones, diablos y demás criaturas sobrenaturales del cristianismo. Sin embargo, y de la misma forma en que la creencia popular en nuestros ángeles y demonios tiene una base teológica en la Biblia, existe una teología de los yinnas en el libro sagrado del islam. 

El Sagrado Corán se refiere en varias de sus suras (capítulos), sobre todo en la 72 (escrita no antes o durante los dos últimos años de estancia del Profeta en La Meca y compuesta de veintiocho aleyas o «versículos»), a estas enigmáticas criaturas dotadas de extraordinarios poderes. Sin embargo, llegados a este punto, es de justicia reconocer que, como ocurre en el caso del cristianismo, una cosa son las creencias del pueblo y otra los eruditos estudios exegéticos de los islainistas. 

Y de igual manera que la exégesis bíblica y la moderna teología crítica plantean los milagros relatados en la Biblia, así como las criaturas angélicas y basta la resurrección de Jesús desde una escéptica reinterpretación histórica y simbólica, lo mismo ocurre con los exégetas musulmanes en relación a los yinnas. 

Tal y como reseñan varios autores, en la conocida plataforma de estudios coránicos Webiclany «En la Sura 72, por ejemplo, se usa el sustantivo plural yinn (traducido frecuentemente como "seres invisibles"), pero el Corán alude a los yinnas con diversas connotaciones. En unos pocos casos —como en el citado, o en la sura 46:29-32— este término podría significar "seres hasta entonces invisibles", o sea, en opinión de algunos teólogos islamistas más críticos, no seres sobrenaturales, sino extranjeros nunca antes vistos por la gente entre la cual, y a quienes, estaba siendo revelado el Corán. En otras palabras, yinn podrían ser los seguidores de la fe mosaica, que llegaban por primera vez a las tierras de Mahoma. 

En el texto coránico se destaca también significativamente (en el versículo 3 de la presente sura) su rechazo de la idea cristiana de la Trinidad. Todo esto nos lleva a la conclusión de que pudieran haber sido judíos de zonas apartadas, dentro de lo que es hoy el mundo árabe, quizá de Siria o de Mesopotamia. (Tabari afirma en varios lugares que los yinnas mencionados en esta sura y en 4629 ss. procedían de Nasibin, una dudad en la cuenca alta del Éufrates)». 


Por ejemplo, para el estudioso Muhammad Asad:

"Si queremos comprender el significado del término yinn en el Corán, debemos apartar de nuestras mentes el sentido que recibe en el folclore de Arabia, donde, desde tiempos remotos, ha significado toda suerte de «demonios» en el sentido más popular de la palabra. Esta imagen folclórica ha oscurecido en gran medida la connotación original del término y su altamente significativa —casi reveladora— derivación verbal. La raíz verbal es yanna. «él [o «elle»] ocultó» o «cubrió de oscuridad»: cf. 6:76, que habla de Abraham «cuando la noche le cubrió con su oscuridad (yanna aalaihi). Dado que este verbo se emplea también como intransitivo («él [o «ello»] quedó [o «fue»] ocultado», «sumido en la oscuridad»), todos los filólogos clásicos señalan que al-yinn significa una «intensa [o «desconcertante»] oscuridad», y en sentido más general. «lo que está oculto a los sentidos [del hombre]»: cosas, seres o fuerzas que normalmente no pueden ser percibidas por el hombre pero que tienen, sin embargo, realidad objetiva propia, concreta o abstracta. El Corán declara parabólicamente que los yinn fueron creados de «el fuego de los vientos abrasadores» (nar as-samún), en 1527, o de «una confusa llama de fuego» (maarich min nar, en 55:15), o simplemente «de fuego» (7:12 y 38:76, referido en ambos casos a Iblís o Satán, el Angel Caído). Paralelamente a esto, contamos con referencias de que el Profeta dijo que los ángeles habían sido «creados de luz» (juliqat min mur. Muslim, transmitido de A'isha); y la luz y el fuego, por estar íntimamente relacionados, suelen manifestarse uno a través y dentro del otro (cf. nota 7 al versículo 8 de la sura 27). 

Yinn —y concluyo la perorata teológica— se aplica también a una amplia gama de fenómenos que, según la mayoría de los comentaristas clásicos, apuntan a ciertos «organismos sensibles» de naturaleza tan fina y composición fisiológica tan distinta a la nuestra que son normalmente inaccesibles a nuestra percepción sensorial. 

El Corán se refiere a menudo a «la esfera que está fuera del alcance de la percepción humana» (al-gaib), y se dice con frecuencia de Dios que es el «Sustentador de todos los mundos» (rabb al-aalamin); y el uso del plural apunta claramente a que paralelamente al «mundo» accesible a nuestra observación existen otros «mundos» y, por consiguiente, otras formas de vida distintas a las nuestras y presumiblemente también entre ellas, que sin embargo interaccionan y hasta quizá se combinan entre sí en formas incomprensibles para nosotros. Desde las fosas abisales hasta la vida microscópica de los virus y bacterias, hay miles de ejemplos antes de pensar en otras opciones sobrenaturales. 

En este sentido, Abdullah Bartoll se ha ocupado de las alusiones a otros mundos a que hace referencia el Corán repetidamente: «Hay dos concepciones sobre los múltiples universos: la de la física moderna —cuántica y la islámica de Ibn Arabí, el más grande pensador del islam...». Ibn Arabí, en su libro Kitab al-Futúhát al-Makiyya dice: 

«Abd Al-láh Ibn 'Abbbâs, aludía a algo semejante según lo que se cuenta de él: esa Ka'aba es una morada entre otras catorce moradas. En cada una de las siete tierras hay una criatura semejante a nosotros (nuestro homólogo) de tal modo que en cada una de las siete tierras hay un Ibn 'Abbâs que es mi homólogo». 

Por lo tanto, algunos padres del islam, como Abbás, contemporáneo y amigo del profeta Muhammad, mantiene la idea de que existen otros universos paralelos, con versiones de nosotros mismos, y con otras formas de vida no humana. Ya dice el Corán: «Gloria a Alá, el Señor de los Mundos», y más adelante: «Bendito sea el que hizo descender el Corán sobre su siervo, a fin de que fuera un profeta para los mundos» (Corán, 25,1). 

Parece que algún pensador musulmán se hacía las mismas preguntas que yo al contemplar el estrellado cielo del desierto y la inmensidad de posibles mundos que hay ahí arriba. Pero no quiero aburrir más al lector con disquisiciones filológicas. Baste decir que mientras, como ocurre con la Biblia cristiana, existen teólogos y exégetas que intentan aplicar las ciencias al estudio del Corán, para los creyentes de a pie, sobre todo los musulmanes que pueblan las regiones más duras del desierto, los yinnas son unas criaturas sobrenaturales que pueden ser benéficas o maléficas para los humanos. 

Y en mi viaje terminaría por conocer a curanderos, hechiceros y místicos de todo tipo que afirman «trabajar» con ese tipo de yinnas y que me explicaron que fueron los genios, y no el esfuerzo de nuestros antiguos, o la fantástica intervención de los extraterrestres, los que construyeron maravillas arquitectónicas como la fantástica ciudad de Petra en Jordania, los gigantescos templos de Baalbel en Líbano o las espectaculares pirámides de Egipto. De hecho, uno de los nativos cairotas que trabaja como mano de obra en las excavaciones de Giza me explicó que:

«Todavía viven en las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos los tres yinnas que las protegen... Y muchos de nosotros los hemos visto...». 

Pero no adelantemos acontecimientos... 




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